Me acuerdo la gracia que me hizo la primera vez que alguien me dijo esto. ‘Claro que no’, pensé. Desde entonces, me lo han dicho, con variaciones, muchas veces. A pesar de la gracia que me hace, como mis alumnos están comentando lo que ellos perciben de mis manos, es algo que precisa alguna explicación. Primero, los tengo que decepcionar:
—Lo siento, no tengo nada de sobrenatural. Esto no es magia.
A continuación, doy una explicación sencilla:
— Piensa en cómo reaccionarías si alguien te pusiera una mano tensa en, por ejemplo, el cuello.
No les cuesta nada imaginar su reacción.
— Lo que yo hago es lo contrario: te pongo una mano muy libre y suelta, y por este medio, consigo la reacción opuesta.
Si entrara en más detalle, diría que no sólo es la mano que ha de estar suelta, es cuestión de conseguir la mayor libertad y soltura en todo mi cuerpo, junto con un estado de clama mental. Esto también se explica fácilmente recurriendo a experiencias comunes. Basta con pensar en cómo reaccionaríamos si una persona muy nerviosa o agitada nos pusiera una mano en la espalda, por ejemplo.
Hace poco, un alumno me replicó después de esta explicación:
—Sí que tus manos tienen poder. ¡Es el poder resultante de muchos años de trabajo!
Es cierto que lo que hago con las manos es el resultado de mucho trabajo. Este estado de máxima libertad y soltura necesario es el porqué de los tres años de formación de un profesor de la Técnica y es algo que se sigue desarrollando después de terminarla.
Sin explicación, no es para nada obvio lo que un profesor de la Técnica Alexander pretende con el uso de sus manos. Su parecido superficial con trabajos corporales, que en realidad no va más allá de que se toca la gente con las manos, hace que muchos presuponen que se trata de lo mismo, que se trata de manipulaciones y maniobras específicas. Nada podría ser más lejos de la verdad, tanto en los propósitos como en el proceder.
En primer lugar, el propósito de las manos es sentir lo que está pasando en el alumno, para saber lo que hay que enseñarle. Esto, obviamente, requiere una gran sensibilidad. Esta sensibilidad se desarrolla de la misma forma, por medio de una ‘mano’ (es decir sistema nervioso) quieta, libre y suelta. Si uno quiere desarrollar su capacidad de escuchar, primero ha de callarse.
También, se pretende transmitir por medio de las manos la experiencia de una coordinación mejorada. Para conseguirlo, como ya he explicado, hace falta ese estado de máxima libertad y soltura.
Por último, se usa las manos para guiar al alumno en movimiento. No obstante, aún en este aspecto, no se trata de lo que uno normalmente imaginaría. Guiamos de forma indirecta: en lugar de demostrar al alumno lo que tiene hacer, cómo debe moverse, le ayudamos a evitar las cosas que interferirían con un movimiento coordinado. Es decir, el enfoque es general no específico.
Lo que distingue la Técnica de otras modalidades es que el profesor ha de cuidarse primero a sí mismo si pretende ayudar al alumno. Su capacidad de enseñar la Técnica depende totalmente de si él mismo la está poniendo en práctica durante la clase.
Si uno quiere llamar esto ‘tener poderes’ pues vale, confieso, ¡tengo poderes! No obstante, es un poder al cual todos puedan acceder. Como dijo Alexander, ‘Cualquiera pueda hacer lo que yo hago, si hace lo que yo hice’.
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