He recibido un comentario muy interesante de un lector regular a mi última entrada que merece una respuesta en forma de entrada nueva. Así que aquí esta:
Hola Josechu,
¡Ojalá más personas se plantearan estas cosas! Que te surjan dudas indica que te lo estás pensando, y me alegro mucho que algo que yo haya escrito te ha dado que pensar. Seguro que expresar tus dudas le hace pensar a los demás y con un poco de suerte, mis respuestas resuelvan unos malentendidos.
Creo que la dificultad principal es que todavía no has entendido todo lo que implica el no-hacer. En otro comentario dijiste, correctamente, que el no-hacer es no ir directamente a por los objetivos, sin embargo, pareces pensar que la alternativa es reducir el objetivo a pasos intermedios y hacer estos (directamente). Es muy fácil liarse con estas cosas. Las palabras muchas veces tienen la culpa.
Hay una gran diferencia entre manipular objetos externos y manejarnos (usarnos) a nosotros mismos y creo que es aquí el punto que no has captado. Podríamos llamar al primero parte ‘externa’ de una actividad y al segundo la parte ‘interna’. Si pretendemos averiguar qué es la forma correcta de usarnos al realizar una actividad (la parte interna), hay demasiados detalles para controlar. ¿Dónde paramos? ¿Qué nivel de detalle es suficiente? La verdad es que no hay forma de ‘hacer’ estas cosas, independientemente del nivel de detalle. Sin embargo, no es necesario. Podemos cambiar a mejor si evitamos lo incorrecto. Llegaremos a una experiencia nueva, la de lo correcto para ese momento, de una mejora personal.
Tus pasos intermedios para caminar, por ejemplo, no me parecen una buena descripción de lo que sucede cuando uno camine de forma bien coordinada, pero incluso con una buena descripción, hay que distinguir entre el resultado y la forma de conseguirlo. Intentar hacer, o imitar, directamente el resultado, tanto un objetivo final como uno intermedio, es lo que Alexander denominó ‘End-gaining’. No-hacer es cuestión de no intentar hacer lo correcto, sino dejar de entorpecer la coordinación general para permitir que lo correcto se haga solo.
Unos ejemplos:
Cuando abrí una botella de desatascador ayer, hacía falta presionar la tapa hacia abajo y después girarla en sentido contrario a las agujas del reloj. Está claro que sin cumplir con estos dos pasos (la parte externa), una tarde entera de inhibición, dirección y dar consentimiento no habría abierto la botella. No obstante, habiendo establecido lo necesario para abrir la botella, no fue necesario calcular los movimientos precisos de mis dedos, muñeca, antebrazo, etc. Ni siquiera hacía falta pensar en ello. Mantener, por medio de la inhibición y las direcciones, una coordinación general fue suficiente para hacerlo ‘bien’ (es decir, sin perjudicarme). ¿Lo hice de forma óptima? Seguro que no, pero con práctica, siempre y cuando me uso bien, me iría acercando.
Del mismo modo, para teclear lo que estoy escribiendo ahora, tuve que primero acercar las manos al teclado. No fue necesario saber en qué medida este movimiento se debería a un movimiento de los hombros, de los codos, etc, sólo dónde estaba el teclado y que quería que mis manos estuviesen allí. La inhibición y dirección aseguraba que mis manos llegaban sin perjudicarme, sin un exceso de tensión.
Cuando un bebé empieza a caminar, no está razonando ‘cómo’ hacerlo. Aunque se podría decir que tiene que ‘aprender’ a caminar, no aprende en el sentido de necesitar instrucción. Lo que aprende es cómo manejarse a si mismo (la parte ‘interna’). Da sus primeros pasos cuando un día se encuentra de pie, y su sistema neuro-muscular ya está lo suficientemente desarrollado, y hay algo fuera de su alcance que le interesa (una persona, un juguete, etc). La combinación del deseo de estar en otro sitio y un sistema neuro-muscular capacitado produce el movimiento. Desde luego, no ha razonado ‘si levanto un pie y lo pongo más adelante que el otro, y repito con el otro pie y así sucesivamente, voy a poder alcanzar esa cosa que me interesa’ ni mucho menos una serie de pasos intermedios aún más detallados. La diferencia entre nosotros y el bebé es que éste no ha asentado patrones de interferencia con el control primario. Nosotros sí, y por eso necesitamos añadir los pasos de inhibición y dirección conscientes que no son presentes en el bebé. Pero nada más.
Ten en cuenta que el bebé no camina perfectamente, camina de acuerdo con lo que su sistema neuro-muscular permite en ese momento. Es un proceso de desarrollo tanto para el bebé como para nosotros.
Tu ejemplo de Baseball es un poco diferente, ya que se trata de una actividad con un gran elemento ‘externo’. Hay una interacción con, y manipulación de, distintos objetos. Es más parecido, por tanto, con abrir la botella de desatacador o teclear el ordenador que con caminar. Si aplicamos la Técnica Alexander, ¿lo vamos a hacer perfectamente a la primera? Casi seguro que no. Hay mucho que aprender, muchos factores a tener en cuenta, una sensibilidad que desarrollar. No obstante, si mantenemos un uso adecuado del control primario mientras aprendemos y desarrollamos lo necesario, el proceso de aprendizaje será más rápido, más seguro, y, por definición, no vamos a desarrollar patrones dañinos de movimiento en el proceso.
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