El otro día una alumna me hizo un comentario muy interesante en que demostraba muy bien cómo nos beneficia la Técnica y, a la vez, cómo la manera de conseguirlo no es nada intuitivo.


Un poco de contexto
A lo largo de los años he trabajado bastante con músicos. De hecho, cuando llegue a España los músicos eran realmente los únicos que habían oído hablar de la Técnica. Normalmente, empiezan con la Técnica por un motivo muy concreto. Puede que padecen de algún dolor cuando tocan su instrumento y quieren librarse de ello, o quieren ayuda con el miedo escénico. A veces no tienen ningún problema como tal pero quieren tocar mejor, con menos tensión y esfuerzo, etc.
Sea el que sea el motivo por el cual han decidido empezar con las clases, es casi seguro que tienen un concepto muy limitado de en qué consiste su problema y de qué es lo que necesitarían cambiar para solucionarlo. Como regla general, entienden su problema exclusivamente cómo algo relacionado con, cuando no causado por, su instrumento. Por lo tanto, imaginan que deberían traer su instrumento a clase y que trabajaremos principalmente con ellos tocando.
No obstante, suelo desaconsejar que traigan sus instrumentos a clase, sobre todo al principio. ¿Por qué? Porque lo que pretendo enseñarles es cómo cambiar lo que hacen con si mismos, no lo que hacen con su instrumento. De hecho, es contraproducente enfocar las clases entorno al instrumento. Es fundamental que los músicos se den cuenta de que la Técnica no es un serie de trucos específicos para músicos (algunos se sorprenden al descubrir que la Técnica no es sólo para músicos), ni existen trucos específicos para su instrumento en particular. El cambio que necesitan es global y lo que van a aprender con la Técnica es algo que se aplica a todo lo que hacen. Es ingenuo creer que pueden pasar el día ignorante de lo que hacen con sí mismos y en el momento que pretenden tocar, conseguir un repentino precisión sensorial y coordinación perfecta.
Una vez comprendido la globalidad de la Técnica, la tarea siguiente es que la aprenden, para que más adelante pueden ponerla en práctica. Esto es mucho más sencillo sin el instrumento, ya que, al principio, el instrumento es un estímulo irresistible para continuar con sus hábitos. Sin embargo, aprender la Técnica Alexander por medio de tareas sencillas y familiares no supone tanta dificultad, y empezar a poner en práctica lo aprendido en nuestra vida cotidiana tiene un efecto profundo en todo lo que hacemos, inclusive tocar un instrumento musical.
Una alumna nueva
Así que, volviendo a la historia inicial, un músico contactó conmigo hace poco, y comentaba que padecía dolor y cansancio mientras tocaba, lo cual hacía que le era muy difícil tocar piezas largas de principio a fin. Además, sentía que no sacaba provecho de las horas que dedicaba a practicar su instrumento. Invertía (y había invertido) mucho tiempo que no correspondía con los resultados obtenidos . Me preguntaba si debería traer su instrumento a la primera clase, y como podríais sospechar —dicho lo dicho—, le dije que no, que sería mejor que no lo trajera.
Después de lo que habría sido una media docena de clases, me comenta que ya no se cansaba tanto al tocar y que casi no le dolía nada. Lo que antes le parecía difícil tocar ahora era relativamente fácil. Estaba encantada, claro, aunque un poco perturbada y desde luego confusa. «No tengo conciencia de hacer nada diferente mientras toco», me dijo, «no entiendo nada».
Su confusión de debía a que había supuesto que si estuviera teniendo problemas al tocar su instrumento, tendría que aprender a tocar su instrumento de otra forma. Tendría que averiguar qué es lo que tenía que hacer diferente y practicarlo.
No es un misterio, es la Técnica Alexander
Para mi, lo ocurrido no suponía ningún misterio. Ella no tenía sensación de haber decidido hacer nada diferente porque así era. Lo que ella pretendía hacer al tocar no había cambiado (tocar unas notas concretas de una forma concreta). No obstante, fruto del trabajo que había hecho en las clases y que había continuado en sus actividades cotidianas, ella misma había cambiado. Ella tenía una nueva coordinación que le permitía convertir con más facilidad, con más fiabilidad, sus intenciones en realidad. Esto es un ejemplo de lo que denominamos el método indirecto. Es la esencia de cómo funciona la Técnica Alexander.
Voy a dejar la última palabra a Alexander:
El propósito de la Técnica Alexander es “… conseguir en todo momento y para todo propósito, no una serie de posiciones y posturas correctas, sino un uso coordinado de los mecanismos del organismo en general.” Constructive Conscious Control of the individual (Control consciente y constructivo del individuo).
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