La reacción de los nuevos alumnos a sus primeras clases siempre me ha parecido interesante. Normalmente llegan con una idea muy clara de lo que esperen de las clases, de lo que desean conseguir con ellas, y casi siempre se quedan sorprendidos con los resultados.

Me comentó un alumno nuevo el otro día que sus clases de la Técnica eran como si le llegara a casa todas las semanas un sobrecito con 1.000€ dentro. Claro que no le importaría sí eso le ocurriese, pero prefería saber de dónde procediera.
Me parecía una forma graciosa de explicar lo que sienten muchos alumnos al principio. Notan que están cambiando, se encuentran mucho mejor, pero ¡no tienen la menor idea por qué! Parece que no hacemos nada en la clase y yo me explico muy poco. Sin embargo, sus amigos, compañeros de trabajo y familiares comentan que se les ve mucho mejor. Preguntan a los alumnos qué han hecho, y a los alumnos les parece cada vez más difícil explicarlo.
Para algunos, les perturba un poco no entender qué está pasando. Sienten mucha necesidad de ‘entender’ las cosas porque si no, ¿cómo van a hacerlo solo?
Cuando me comentan este temor, o lo intuyo, suelo indicarles que no tiene fundamento. Si ellos mismos reconocen que están mejorando, y gente que ni sabían que estaban tomando clases lo ve también, pues hay que concluir que sí están diferentes fuera de las clases.
Esta explicación no satisface a todos. Algunos sospechan que lo que ellos y otros notan es simplemente un efecto residual de las clases. Sospechan que si dejaran las clases, todo desaparecerá, todo volverá a cómo estaba antes. Afortunadamente, este temor tampoco tiene fundamento. Las vacaciones, sobre todo las de verano, lo dumuestre con claridad.
Entonces, ¿cómo es posible mejorar sin entender lo que se ha hecho?
La respuesta reside en el tema de la Apreciación sensorial. En las clases, el profesor se dedica principalmente en proporcionarle al alumno nuevas experiencias sensoriales, experiencias en su propio organismo de una coordinación mejorada. El resultado es que el alumno acumula nuevas referencias sensoriales y por lo tanto, su percepción de lo que está haciendo y de lo que debería está haciendo, su concepto de lo posible y lo aconsejable, se vuelve más fiable. De forma natural, el alumno empieza hacer las cosas de otra forma. Hacerlas de la forma antigua ya le resultará extraña, incluso desagradable.

Una analogía que utilizo mucho (seguro que ya lo dicho aquí anteriormente) es el vino. Si solo hemos probado vino de brick, nos puede parecer hasta rico, pero una vez que hemos probado vino bueno, es muy difícil volver al vino de antes. No requiere un gran esfuerzo de nuestra parte, no hace falta altos niveles de concentración ni de memoria, no es necesario que entendemos por qué es diferente. Nuestro rango de experiencia vinícola se ha ampliado, y por lo tanto tenemos otra perspectiva.
Del mismo modo, la experiencia que recibimos en las clases hace difícil volver a nuestros hábitos corporales anteriores. ¡Ya hemos experimentado algo mejor!
No quiero decir que uno nunca llegamos a entender en que consiste la Técnica. Esto es sólo al principio. Con la repetición de la experiencia, empezamos a entenderla y, mejor aún, empezamos a ser capaces de poner en práctica el proceso mismo que nos ha conducido a ella, y así conseguir nuevas experiencias, lo cual nos permite ir incluso más allá de lo que hemos conseguido en las clases.
Es decir, el sobrecito sigue llegando, a veces con un poco más de 1.000€, y sí sabemos de dónde procede.
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