Quisiera hablar un poco sobre la idea de la prevención. Me imagino que todos estamos familiarizados con el dicho ‘más vale prevenir que curar (o lamentar)’ y afirmaríamos que estamos de acuerdo con esta idea. Pero, respecto al uso que hacemos de nosotros mismos, ¿hemos de verdad parado a pensar en todo lo que esto significa? ¿Nuestro comportamiento concuerda con lo que afirmamos creer?
El principio de la prevención es fundamental para la Técnica, y la falta de una comprensión práctica de su aplicación es una de las dificultades más comunes a la hora de aprenderla. Esta falta de comprensión se debe a las ideas preconcebidas que tenemos, tan enraizadas que no las notamos, ni mucho menos cuestionarlas, respecto al valor relativo de los métodos directos (curativos) e indirectos (preventivos).
En el fondo, no creemos en el principio de la prevención. Es decir, en la práctica, tendemos a buscar algo para ‘hacer’ para remediar una situación, en lugar de averiguar cuáles son los pasos necesarios para evitar que ocurra. Debería sobrar decir que el ‘pre’ de prevención indica que deberíamos estar mirando al futuro, no al pasado, pero nos cuesta realmente tomar este aspecto ‘obvio’ de la prevención a bordo. La curación, en su sentido amplio de arreglar una situación ya presente, es todo el contrario y es la forma que solemos adoptar para enfrentar problemas y dificultades.
Tomamos, por ejemplo, la aparentemente sencilla situación de la tensión excesiva. Casi todo el mundo dará por sentado que la solución para un exceso de tensión es relajarse: si me noto tenso, me relajo, si noto una tensión particular, la relajo. No hace falta que reflexionemos mucho para darnos cuenta de que esta ‘solución’ no tiene nada que ver con la prevención, sino el contrario: es un intento directo —¡después de los hechos!— de hacer algún arreglo.
No ha habido ninguna reflexión sobre las causas del problema. No hay ningún proceso propuesto para evitarlo en el futuro. La idea subyacente es que el exceso de tensión es sencillamente una falta de de relajación y, por lo tanto, tiene una solución fácil: relajarse. Sin embargo, si esto fuera una solución de verdad, el problema no volvería a surgir una y otra vez. No hay una apreciación de que una tensión excesiva indica problemas más profundos: una concepción errónea y una apreciación sensorial no fiable que dan lugar a un desequilibrio y falta de coordinación generalizados.
Incluso la solución de ‘aprender a relajarse’ está mal encaminado porque presupone que la relajación es algo que hay que ‘hacer’. Todos los sistemas de relajación se basa en encontrar tensiones y soltarlas (o intentar soltarlas). Se aprende a relajarse como una actividad aislada de las exigencias reales de la vida. Es decir, no nos proporcionan una herramienta que podamos llevar con nosotros en el día a día.
El problema es que cuando la gente que tenga ‘problemas de tensión’ llega a las clases de Técnica Alexander, siguen creyendo que lo que tienen que aprender, en el caso que ha captado de se trata de clases y no una terapia, es ‘cómo relajarse’. “Intento relajarme pero no lo consigo” me suelen decir.
Es irónico que la gente ‘tensa’ normalmente no tiene ningún problema en relajarse como en acto en sí. De hecho, como regla general, le da demasiado bien. Es perfectamente capaz de derrumbarse, hacerse pesado. La dificultad que tiene es usar una tensión apropiada, incluso en los actos más sencillos, ya que esto supone una coordinación fina de todo el sistema neuro-muscular, y esto no es algo que se consigue por medio de apañitos después de los hechos.
Lo mismo se podría decir de la postura. Muchos afirmarían de que, para evitar problemas musculo-esqueléticos, conviene tener buenos hábitos posturales. No obstante, se presupone que la postura es algo que hay que hacer directamente —adoptar una buena postura, ponerse recto, etc.— en lugar de una manifestación de la ausencia de interferencia con el mecanismo postural, algo que se hace sólo. La gente con ‘problemas posturales’ no tiene ninguna duda en que el camino a seguir es ‘corregir’ su mala postura, o sea, un proceso curativo en lugar de preventivo.
Aunque puede parecer lógico ‘corregir’ problemas, esto no supone para nada una solución para el futuro y a menudo ni siquiera para la situación actual. Imagina un músico que tocaba dos notas para cada nota en la partitura, la primera equivocada, y la segunda la correcta. Podría ser un espectáculo curioso pero perdería su encanto en seguida.
Lo que realmente necesitamos es un método preventivo, que elimina el problema de raíz. Tenemos que aprender es cómo evitar los desarreglos, evitar aquello que da lugar al problema. Hay que conseguir que el problema no surja en lugar de tratar de arreglarlo una vez presente. Esto se consigue por medio de un proceso de evitar el comportamiento habitual y gradualmente remplazarlo con una respuesta nueva, es decir, por medio de la inhibición y la dirección.
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