Cualquiera que tenga algo de experiencia de la Técnica Alexander se habría encontrado con esta frase: lo correcto se hace solo. De hecho, Alexander usaba esta frase cada vez más con el paso de los años para explicar su trabajo. No fue por casualidad: es un buen resumen tanto del problema al que nos enfrentamos como de su solución.
Al principio, puede parecer un chiste de mal gusto ya que para muchos, su impresión es más bien que lo incorrecto se hace solo, y con mucha facilidad. Así que, ante todo, hay que darnos cuenta de que esta afirmación presupone una cosa: que dejemos de hacer lo incorrecto.
Para solucionar un problema hay que entender sus causas y el primer paso de Alexander hacia la solución de sus problemas vocales y respiratorios fue darse cuenta de que era algo que él hacia lo que estaba provocando sus dificultades. Aunque uno podría pensar que ya tenemos bastante con que nos duele la espalda, por ejemplo, sin que nos digan que es por nuestra culpa, esta revelación es, de hecho, una muy buena noticia. ¿Por qué? Porque nos apunta hacia la solución. Si la causa del problema es algo que estamos haciendo, pues ¡la solución está en dejar de hacerlo! Si comprendo que en lugar de tener una espalda débil, por ejemplo, la realidad es que yo la estoy debilitando, ya estoy en el camino hacia la recuperación.
Hasta aquí bien, por lo menos en teoría. Para creernoslo de verdad, lo suficiente como para fiar de ello en la práctica, normalmente hace falta algo más. La verdad de la frase está lejos de evidente. Por una parte, es muy probable que no tenemos conciencia, ni mucho menos, voluntad de estar haciendo nada que nos está perjudicando, y por otra, simplemente dejar de hacer lo incorrecto suena sumamente insuficiente para conseguir una mejora. ¿Cómo podemos empezar a fiar en que lo correcto se hace solo? Por medio de experiencia de ello. La manera más fácil de conseguir esta experiencia es con la ayuda de un profesor. Si el alumno se ocupa de que no haga (o disminuye su tendencia de hacer) lo incorrecto, y el profesor puede ayudarle a reconocer y entender los cambios que se producen como consecuencia de ello.
No estaría de más algún ejemplo…
Procuro que mis alumnos tengan experiencia directa de lo correcto haciéndose solo en la primera clase. La verdad es que no es muy difícil. Una vez que les he convencido de que no tienen que hacer nada, suele haber una mejora significante en su respiración. Respiran con más facilidad y más profundamente. Aprovecho el momento para llamarles la atención sobre ello y recordarles de que no hemos hecho nada para conseguirlo y, de hecho, ni siquiera habíamos hablado de la respiración. Esta mejora es un resultado inevitable de dejar de interferir con su mecanismo postural. Es decir, no es necesario hacer nada a la respiración; con dejar de interferir, si corrige solo. Otro ejemplo: la postura ‘correcta’ también se hace solo cuando dejamos de interferir. Esto también es bastante fácil de demostrar. Con el alumno de pie, en cuanto consiga que se deje en paz, le siento en la silla, procurando que durante el movimiento él siga sin interferir. La sorpresa viene cuando llega a la silla. El alumno se encuentra sentado con una postura que dista mucho de la que suele tener. Igual que en el ejemplo anterior, el cambio se consegue sin hablar previamente de cómo debería hacerlo.
Estos ejemplos nos lleva a una implicación muy importante de este tema, fácil de pasar por alto ya que no concuerda con la forma en que solemos aprender cosas: si lo correcto se hace solo, ¡no es necesario que sepamos qué es lo correcto! De hecho, la búsqueda de lo correcto es un gran impedimento a conseguirlo. Como regla general, cuando uno intenta hacer lo correcto, en lugar de interferir menos, lo que hace es interferir más.
Para terminar, me parece importante indicar que aunque decimos que lo correcto se hace solo, con la condición de que dejemos de hacer lo incorrecto, no hay que caer en la trampa de esperar milagros. Quizás sería más preciso decir que lo correcto se hace solo en la medida en que dejamos de hacer lo incorrecto. Se trata de un proceso, un viaje, y ‘lo correcto’ es relativo. No hay un cambio total instantáneo, una desaparición completa y repentina del problema, pero sí un cambio en la dirección deseada que con el tiempo nos lleva a dónde queremos llegar.
Hola, Simón.
Un placer volver a escribir en tu blog. El tema que tocas en esta entrada me parece absolutamente fascinante, de hecho ha sido siempre una frase que me ha aguijoneado para profundizar más en la Técnica, pues deseaba experimentar algo tan absolutamente maravilloso como que «lo correcto se hace sólo».
Me parece ciertamente pertinente el aviso de que no cabe esperar un milagro que surja como por arte de magia sin hacer nada. Y es que precisamente ahí radica la complejidad del asunto: y es que cuando el alumno cree que no está haciendo nada, en realidad está haciendo su hábito. Y precisamente por ese carácter habitual es incapaz no ya de reconocer que es incorrecto, sino incluso de que está «haciendo» algo. He ahí la percepción sensorial defectuosa en todo su esplendor…
Aparte de este problema intrínseco a nuestro actual estado evolutivo, tenemos que añadir el que realmente las personas sólo saben conseguir cosas HACIÉNDOLAS. Por lo tanto es siempre uno de los mayores retos convencer al alumno de que en este trabajo los logros vendrán «no haciendo»… El siguiente gran obstáculo es que, aún habiendoles convencido de que no tienen que hacer, la nueva experiencia de no-hacer a menudo es sentida como incorrecta, pues el cerebro sólo registra como correcto lo habitual, lo conocido. En muchos casos ya es mucho conseguir con ciertos alumnos pedirles que tienen que atreverse a sentir cosas nuevas, desconocidas, ¡como para además pedirles que tienen que atreverse a aprobar sensaciones que sienten del todo incorrectas!
Pero si uno persevera finalmente llega la gran de recompensa de poder sentir o hacer sentir a los alumnos que efectivamente cuando se deja de hacer lo incorrecto, lo correcto se hace sólo. Y aunque es otro debate y daría para hablar mucho más me parece importante resaltar cómo el trabajo de Sherringon y Magnus apoyan esta teoría alexandriana. Pues, resumiendo, sus estudios y experimentos demuestran que los centros encargados del control postural se encuentran por debajo del de la consciencia. Por lo tanto es absolutamente coherente decir que lo correcto se hace sólo, pues cuando dejamos de interferir con nuestros hábitos adquiridos el control de los sistemas posturales es tomado por estructuras subcorticales, es decir, fuera del control de la parte consciente del cerebro.
Por último, si no tienes inconveniente, Simón, me gustaría dejar el enlace a mi recién creado blog. Pues me parece importante aumentar el trabajo disponible en castellano en las redes, que se me antoja algo escaso.
http://tecnica-alexanderfronteralibertad.blogspot.com.es/
Como dije al principio, siempre es un placer, Simón.
Un afectuoso saludo.
Hola Jonatan,
En referencia al control subcortical, creo que no se debería olvidar que ese control a veces es defectuoso. Hay muchos casos en los que se puede observar a niños de corta edad con una coordinación muy mala, aunque no haya ningún daño cerebral. Esto es sobre todo patente en niños a los que no se les ha permitido una transición adecuada desde la posición tumbada hasta la bipedestación, pasando por el gateo a cuatro patas. Esto ocurre por ejemplo en niños a los que se les ayuda a ponerse de pie y caminar muy temprano. Ese niño, cuando sea adulto, aunque consiguiera eliminar todas las interferencias, y no «hiciera» nada, no tendría una buena coordinación. La única solución posible en ese caso es volver a pasar por todas las etapas del desarrollo motor (de manera abreviada por supuesto), para que esas estructuras subcorticales se desarrollen.
Sobre este tema me parece imprescindible el libro de Sally Goddard:reflejos, aprendizaje y comportamiento (en ingles:Reflexes, Learning And Behavior: A Window into the Child’s Mind : A Non-Invasive Approach to Solving Learning & Behavior Problems).
[Simon, a lo mejor hay que crear una entrada para que cada lector del blog
ponga los libros referentes a la TA y temas adyacentes que él recomienda, yo tengo unos cuantos 🙂 , aunque soy consciente que mil libros no sustituyen las clases prácticas]
Saludos
Hola Jonatan y Josechu,
¡Gracias por mantener el blog en marcha durante mi ausencia!
Jonatan, estás en lo cierto al indicar que gran parte de la dificultad de entender esta frase es la diferencia entre lo que uno percibe sobre sí mismo y lo que realmente está sucediendo. Tenemos mecanismos automáticos y es muy fácil imaginar que nuestros hábitos son una expresión de ellos. Por eso el profesor es tan importante: para proporcionarle al alumno, en palabras de Alexander, la experiencia correcta “en su propio organismo”.
Y por cierto, enhorabuena por tu nuevo blog. Te deseo mucha suerte.
Josechu, la matización que haces es importante. Aunque tenemos mecanismos automáticos, hay un elemento de aprendizaje y experiencia inherente a cualquier movimiento humano. Por eso, yo prefiero hablar de ‘mecanismos’ automáticos —de postura, sostén y movimiento— es decir, no concretar, porque todavía hay mucho por descubrir y no me parece honesto hablar como si entendiéramos como sucede todo.
No obstante, a nivel de usuario, en términos prácticos, la no interferencia ayuda mucho a la hora de aprender o re-aprender. En resumen, es imprescindible que nuestra actividad voluntaria no interfiere (entrar en conflicto) con los mecanismos automáticos. Por ejemplo, sería mucho más rápido y beneficioso para un adulto que aprenda a gatear si, durante el proceso, atienda a no interferir con los mecanismos automáticos. Obviamente, si no se pone a gatear, no va a aprender lo que tiene que aprender, pero si no procura interferir lo menos posible, el resultado va a ser mucho menos satisfactorio.
Me parece interesante tu propuesta de tener un lugar donde los lectores pueden dejar recomendaciones. ¡No te sorprendas si ves algo por el estilo después del verano!