A menudo mis alumnos me preguntan sobre cuál es la forma correcta de pisar. Casi siempre, tienen ya una idea en mente, la “forma correcta” que les han dicho por ahí, y lo que realmente quieren saber es si es verdad o no. La pregunta surge normalmente porque tienen serias dudas. Aunque muchas fuentes distintas parecen estar de acuerdo sobre la forma correcta de pisar, su propia experiencia les dice que algo falla.
Ya sabéis la forma a que me refiero, ¿no?: la de talón-punta, talón-punta. La gente no suele sentirse muy cómoda caminando de esta forma, no le parece muy natural, y le cuesta mucho mantenerla. Los pocos que sí consiguen mantenerla, terminan doloridos. ¿Es esto realmente la forma correcta de pisar? Y si no lo es, ¿cuál es entonces?
La verdad es que no hay una “forma correcta” de pisar. La pregunta misma es fruto de un planteamiento equivocado.
¿Por qué?
Para empezar, la pregunta presupone que sólo hay una forma de caminar cuando, si lo pensamos un poco, está claro que caminamos de muchas y variadas maneras. Hay factores internos como el largo de nuestros pasos, la velocidad con que caminemos, si llevamos algo en los brazos o sobre la espalda, etc, junto con factores externos como la firmeza de la superficie sobre la cual caminamos, su inclinación, si es regular o no. Todas estas situaciones, sus combinaciones y permutaciones, necesitan una forma distinta de pisar.
Lo que antes parecía una pregunta fácil, que tendría una respuesta clara, ahora parece dificilísima. ¿Tendremos que aprender la forma correcta de pisar para todas estas posibilidades?
Os alegraría saber que no, no es necesario. Aunque caminar, y por lo tanto pisar, es algo muy complejo, con muchísimos factores en juego, no es por eso algo complicado a nivel de usuario. Para poder pisar de forma adecuada hay que, primero, procurar no interferir con la coordinación general —conseguir un alargamiento y apertura de todo— y después, no intentar controlar de forma directa cómo el pie llegue al suelo, es decir, dejar el pie en paz.
El patrón, el talón-punta, talón punta correspondería a caminar sobre una superficie plana y regular, con un paso largo y una cierta velocidad. Otras combinaciones de factores podrían necesitar que todo el pie llegue a la vez o incluso que la punta llegue primero. No obstante, no hace falta ningún calculo para saber qué es lo que “correcto”. Se hace solo si cuidamos la coordinación general.
La coordinación necesaria para pisar correctamente no se consigue simplemente colocando el pie de una forma u otra. De hecho, cualquier intento de colocar el pie en el suelo “correctamente” va a faltar la sutileza necesaria y, por lo tanto, interferir con la coordinación general, es decir, repercutir de forma negativa en el equilibrio de todo el cuerpo. El intento de imponer lo que creemos, o sentimos, necesario siempre conlleva una cierta rigidez y esta rigidez impide a pie responder de forma dinámica.
El pie debería responder a lo que encuentre, y las diferencias pueden ser muy sutiles. Intentar calcular las necesidades de antemano es imposible. No obstante, y me repito, no es necesario, siempre y cuando cuidamos la coordinación general y no intentamos controlar cómo el pie llegue al suelo. El pie es muy sensible, especialmente a presión en la planta, y el conjunto pie-tobillo es sorprendentemente flexible cuando todo funciona correctamente. Es cuestión de dejar que funcione.
Así que, haced el experimento vosotros mismos. Probar distintas formas de caminar; distintas velocidades, pasos, superficies, inclinaciones; con una intención clara de observar en lugar de controlar o imponer ideas preconcebidas. Veréis cómo el pie mismo se adapta, como lo correcto se hace solo.
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