Hemos hablado ya de cómo las direcciones no son cosas que hay que hacer, sino que son ideas preventivas cuya aporte de energía es el resultado del deseo de que algo ocurra. Conviene hablar de qué es ese ‘algo’ que deseamos.
Cuando hablamos de ‘direcciones’, es importante tener en cuenta su aspecto espacial. Como regla general, cuando nos dirigimos estamos pidiendo que una parte de nuestro cuerpo tienda a ir en una dirección determinada. Hasta ahí bien, pero si no tenemos claro respecto a qué queremos que se mueva, la dirección no tiene mucho sentido.
Los puntos de referencia siempre son internos, no externos. Cuando hablamos de una parte de nuestro cuerpo yendo en una dirección determinada, queremos decir que vaya en una dirección determinada respecto a otra parte de nuestro cuerpo. Por ejemplo: ’Cabeza hacia delante’ significa hacia delante respecto al cuello,* no respecto a la habitación donde nos encontramos.
¿Qué es la diferencia? Pues, si tomo un paso hacia delante, aunque la cabeza se movería hacia delante en el espacio (respecto a la habitación), es posible que no se mueva o incluso que vaya hacia atrás respecto al cuello. De hecho, con mucha gente, ¡este resultado es lo más probable! También es posible, y casi universal, llevar la cabeza hacia delante respecto a la espalda, pero hacia atrás respecto al cuello. Es decir, llevar el cuello hacia delante (lo cual necesariamente lleva la cabeza hacia delante) mientras se echa la cabeza hacia atrás respecto al cuello.
Así que, repito, es fundamental tener muy claro respecto a qué estamos dirigiendo una parte de nuestro cuerpo. Si no, podemos liarnos fácilmente, incluso conseguir lo contrario de lo que buscamos.
¿Siempre se trata de movimiento?
Un factor de confusión sobre las direcciones reside en que se insiste en que deberían ser constantes (idealmente). Pero, ¿estamos deseando que nos estiremos cada vez más? Esto no parece deseable. No parece ni posible.
Pues resulta que esto no es lo que estamos buscando. Aunque se trata de una relación espacial entre distintas partes de nuestro cuerpo, esta relación no implica necesariamente movimiento.
Una analogía podría ser de útil para aclarar este punto. Pensamos, por ejemplo, en una longitud de un material elástico del cual hemos agarrado por sus dos extremos y la estamos estirando. Llegado a un cierto punto, dejamos de estirar más pero impedimos que se vuelva a encoger. Aunque sus extremos ya no están en movimiento, se podría decir que tienen una dirección: tienden a separarse entre sí, ya que están resistiendo la tendencia impuesta por la naturaleza misma del material de acercarse entre sí.
En la Técnica Alexander buscamos una situación parecida. Crear una especie de oposición elástica entre distintas partes del cuerpo.
¿Por qué es importante la relación entre las partes?
Con tanto hablar del cómo y del qué de las direcciones, es fácil olvidarnos de lo más importante: para qué sirven. No nos dirigimos porque sí. Hay motivos muy importantes para crear este tipo de oposición elástica.
Los músculos funcionan óptimamente cuando tienen una longitud adecuada, junto con un tono adecuado y las direcciones consiguen que estas condiciones se dan.


Me voy a aprovechar de otra analogía para explicarme. Imaginamos un carrito de la compra (que representa una parte de nuestro cuerpo) y unas cuerdas que hemos atado a ello que van en distintas direcciones, controlados por varias personas (que representan unos músculos). Tanto si nuestro deseo es mover el carrito como si preferimos que se quede quieto, habrá distintos resultados según las condiciones presentes en las cuerdas.
Por ejemplo, si una cuerda no tiene mucho tono (demasiado relajado), habrá que tirar mucho antes de que el esfuerzo surte efecto. Por el contrario, si la cuerda es muy corta, no tenemos mucho rango de maniobra y este acortamiento también afectaría negativamente al funcionamiento de las otras cuerdas.
El conjunto funciona mucho mejor cuando las longitudes relativas entre todos las cuerdas sean óptimas (longitud y tono apropiados). Por este motivo, no es suficiente sólo relajar un musculo que está excesivamente tenso, también hay que procurar que tenga su longitud correcta. El resultado es un aumento considerable de eficacia, precisión, estabilidad y fuerza, tanto en movimiento como en el no-movimiento.
Coordinar todo el cuerpo podría parecer una tarea complicadísima. Alexander observó que esta tarea se vuelve relativamente sencilla si el conjunto tiende a alargarse y expandirse, y esto se consigue con las direcciones. Volviendo a nuestra analogía, esto se consigue si todos las personas están tirando ligeramente en direcciones distintas, es decir, tienden a separarse entre sí.
* También es hacia delante respecto a la espalda. Hablaré más sobre este punto en una próxima entrada de esta serie.
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