He pensado que podría ser interesante hablar de un impedimento bastante común al aprendizaje de la Técnica Alexander. En esta ocasión, me refiero a alumnos que ya han aceptado plenamente la idea de que la Técnica Alexander es algo que se aprende, para luego, ponerla en práctica. Para muchos de estos alumnos, fue precisamente esta idea la que les atraía a la Técnica, ya que habían intuido que el enfoque terapéutico para los dolores de raíz postural, por ejemplo, no supone una solución a largo plazo. Por lo tanto, tienen mucho interés en las clases y quieren sacar todo el provecho posible. ¿Cuál es el problema entonces? ¡Quieren hacerlo solo!
Ahora bien, no hay nada malo en querer avanzar, incluso rápidamente. Es muy loable que no quieren depender del profesor. El mismo Alexander decía que su propósito era hacerse innecesario. El problema no es tanto el deseo, sino la forma en que pretenden realizarlo. El problema es que quieren prescindir del profesor en cuanto antes y creen que lo van a conseguir a base del empeño y el esfuerzo, saltando el proceso mismo del aprendizaje de los medios necesarios que el profesor pretende enseñarles. Estas prisas de aprender a hacerlo solo hace que los alumnos no estén realmente prestando atención al contenido de las clases. Suponen que ya saben más o menos por dónde van los tiros y es sólo cuestión de ponerse. No obstante, cuando uno quiere aprender en cuanto antes, lo que suele hacer es esforzarse en el mismo sentido equivocado en el que ya iba. Es decir, recae en y reafirma sus antiguos hábitos.
La Técnica se aprende
Para poder poner en práctica los principios de la Técnica Alexander, hay que aprenderlos, y para aprenderlos, hay que dejar que te los enseñen. Hay que dejar a un lado todo lo que crees que deberías hacer para poder experimentar algo nuevo, comprenderlo y,con tiempo, ser capaz de reproducirlo. Estos principios no son especialmente intuitivos, y por eso, aprender la Técnica requiere tiempo.Incluso cuando mantenemos nuestras erróneas ideas preconcebidas a un mínimo, queda mucho camino. Al principio, no percibimos lo que debería cambiarse, ni mucho menos comprender la relación entre los distintos cambios. Más importante, sin una comprensión clara de cómo procurar estos cambios, nuestra percepción, correcta o no, detallada o no, no sirve de mucho. Es muy fácil imitar el aspecto superficial de un cambio sin conseguir un cambio real. Un ejemplo sencillo sería la diferencia entre uno que se sujeta en una posición erguida con mucho esfuerzo y otra persona que esta erguida de forma natural y sin esfuerzo. En su aspecto externo, estas dos actividades se parecen mucho, pero claramente son muy distintas. Los que imaginan que con que se les digan lo que tienen que hacer, ya serán capaces de hacerlo, no han entendido la fuerza de los hábitos. Tampoco han caído en que su apreciación sensorial sea engañosa ni la complejidad e interconexión de nuestros cuerpos. Así que, la instrucción, ‘ponte recto, pero sin esfuerzo’ tampoco sería suficiente.
El porqué de la clase
El propósito de las actividades que se realiza en las clases es aprender la Técnica Alexander, aprender a poner en práctica unos pasos prácticos que a la larga cambiará la manera en uno realice todo lo que hace. Levantar y sentarse en una silla, por ejemplo, es sólo una herramienta que se utiliza para llegar llegar a este fin. Sin embargo, el alumno que tenga prisas de hacerlo solo, sin falta, trata la actividad misma como el propósito y pone todos sus esfuerzos en hacerlo ‘correctamente’. ¿Que más da? Se puede aplicar los principios de la Técnica Alexander a cualquier actividad, mientras ‘la forma correcta de levantarse de la silla’ tiene sólo una aplicación. Así que, incluso si fuera posible aprender, como actividad aislada, a levantarse de una silla correctamente, esto sería de utilidad muy limitada. Digo ‘si fuera posible’ porque, sin una manera de coordinar todo, cualquier ‘mejora’ sería local y ilusoria. En resumen, hay que dejar que el profesor te enseñe la Técnica para, en la medida vayas avanzando, puedes ponerla en práctica. No pasa nada si somos ambiciosos, pero hay que templarlo con paciencia y sentido común. No se puede poner en práctica lo que uno no haya aprendido todavía. Sin una comprensión y un control sobre el mecanismo responsable de los cambios, ¿qué es, exactamente, lo que se pretende ‘hacer solo’?
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