En una entrada anterior, mencioné que me parece peligroso presentar las direcciones a los que tenga poca o ninguna experiencia de la Técnica Alexander, como ocurre en mucha literatura promocional sobre ella. Pensé que podría explicarme en un poco más en detalle.
Además de peligroso, dije que una introducción precipitada de la direcciones sólo genera confusión, y que hiciera falta bastante familiaridad con la inhibición y el no-hacer antes de que puedan ser útiles.
Voy a ir aún más lejos y decir que el problema no sólo existe entorno a los artículos y libros sobre la Técnica, situaciones en las que no hay un profesor que puede explicar bien el concepto, sino también en las primeras clases de la Técnica.
¿Por qué?
En mi última entrada hablé del sesgo de confirmación. Entorno a la Técnica Alexander, he sido testigo a este fenómeno en muchas veces, tanto en mi mismo como en otros.
Antes de empezar a tomar clases, leí un par de libros sobre la Técnica Alexander. Cuando recuerdo ahora mis intentos de poner en práctica lo que estaba leyendo, me troncho. Desde luego, mi comprensión del problema a resolver y el método para resolverlo se parecía mucho a lo que pensaba antes de leer los libros. Había cambiado un par de detalles pero la esencia era lo mismo. Para nada había captado la diferencia radical que suponía en enfoque de la Técnica Alexander.
No se trataba una idiosincrasia mía. Cuando empecé mi viaje como profesor, lo siguiente fue una experiencia común y frustrante: después de una larga explicación de cómo hay que pensar en dejar el cuello libre para que la cabeza fuera hacia delante y hacia arriba (por ejemplo), recalcando de que sólo se trataba de idea preventiva —no hacía falta hacerlo— mi alumno volvía la semana siguiente y me decía que ha estado intentando mantener la cabeza en la posición que yo le había dicho. Tenía claro que yo ni había mencionado ‘una posición’, ni mucho menos que hiciera falta ‘mantener’.
Con el tiempo me di cuenta de que no basta con que me explique, ya que la gente tiende a entender las direcciones (o cualquier otro concepto nuevo) dentro del contexto de sus propias ideas preconcebidas. Las explicaciones no son lo que transforma la comprensión de la gente, sino la experiencia. Hasta que no tenga la experiencia suficiente de negarse a reaccionar en la forma habitual (inhibición), hasta que no haya acumulado bastante experiencia de que cómo ‘lo correcto se hace sólo’ por medio del no-hacer o la no interferencia, no sirve de nada decirle a un alumno que estas direcciones hay que pensarlas, desearlas, pero no intentar llevarlas a cabo. El porqué es sencillo: por muy correcto que sea esta afirmación, los nuevos alumnos van a entenderla. De hecho, entenderán todo el contrario: que las direcciones hay que hacerlas, y no sólo hacerlas, sino hacerlas bien y con mucho empeño.
Equivocarnos no es un problema, es una parte esencial de todo aprendizaje. Pero si no tenemos la capacidad de evaluar si nos hemos equivocado o no, o peor aún, ni nos planteamos la posibilidad que podríamos estar equivocados, la potencial de liarnos es muy alta.
Aquí está la quid de la cuestión: las direcciones, a prima facie, parecen bastante sencillas. El cómo proceder parece obvio. No obstante, se trata de una realidad que dista mucho de toda su experiencia hasta ese momento y por lo tanto, hace falta bastante experiencia nueva antes de que poder entenderla.
¿Si es así, por qué hay tanta énfasis en las direcciones en los libros, artículos, etc?


Alexander mismo se enfrentó con esta problema. Por una parte, muchos le acusaban de ocultar los detalles de su técnica para hacer que tomar clases con él fuese necesario. Por otra, sus pocos intentos de incluir información práctica y concreta tendía a dejar sus lectores perplejos sobre por que no tuvieron éxito a la hora de ponerla en práctica.
Hoy en día, me parece que en muchas ocasiones se trata de un intento de que la Técnica no parezca como algo esotérico, sino cómo es: algo práctico. No obstante, por este motivo, es importante no tratar las direcciones como algo teórico y para conseguir esto hace falta que la experiencia precede a las explicaciones.
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