Antes de empezar a tomar clases de la Técnica Alexander, muchos suponen que —incluso sin saber mucho de la historia de F.M. Alexander— que un espejo va a formar una gran parte de las clases. ¿Cómo van a aprender las posturas correctas si no? ¿Cómo sabrán cuándo están haciendo lo correcto, o poder recordarlo fuera de la clase?
Así que, es una gran sorpresa descubrir que, como regla general, no ponemos los alumnos delante de un espejo —¡a pesar de que suele haber unos cuantos por la habitación! Luego descubren que Alexander pasó gran parte de su tiempo delante de un espejo mientras hacía sus descubrimientos, y la perplejidad aumenta.
¿Dónde está el problema?


La suposición de que los espejos deberían formar gran parte de las clases revela una comprensión errónea de lo que hay que aprender y cómo aprenderlo.
Para empezar, la idea supone que lo que hay que aprender es principalmente físico y mecánico, algo que se puede aprender por imitación, es decir, por medios directos. No obstante, ponerse delante de un espejo y corregir la postura no suele dar buenos resultados. De hecho, casi todo el mundo ya habría probado esto antes de empezar las clases.
Sospechará que sus fracasos, en el caso que se lo han pensado, se deben a que no pillaron del todo la postura correcta o que les falta fuerza de voluntad, pero no es así. Ya hemos comentado en otras ocasiones que los métodos directos no funcionan y por qué. Aunque es verdad que la postura mejora con aprender y poner en práctica la Técnica Alexander, este resultado no se consigue por medio de ‘hacer’ una postura nueva.
¿Para qué uso el espejo Alexander, entonces?
Alexander no uso el espejo para corregir lo que estaba haciendo, sino para observarse. Quería saber, primero, qué es lo que estaba haciendo que le causaba problemas, para saber qué era lo que tenía que evitar y para refinar su hipótesis. Es decir, la información que recibía del espejo le servía para el futuro no el presente.
Esta diferencia no es trivial, y es en este punto donde falla casi todo el mundo.
Alexander tuvo la ventaja de ser un actor, y por lo tanto, estaba acostumbrado a observarse en el espejo con cierta objetividad, como si su reflejo fuera otra persona. No obstante, casi cualquiera que se ponga delante de un espejo haría lo contrario. Primero, arreglará el pelo, o pensar “que ojeras tengo”, y a continuación intentará ponerse ‘bien’.
Un ejemplo
Me acuerdo un ejemplo dramático de esto. Se trata de uno de mis primeros alumnos. Padecía de tortícolis y estaba muy torcido hacia un lado. En una de sus primeras clases, después de bastante trabajo en la mesa, se levanta con una mejora muy notable. Estaba yo tan contento que le dije “ven a ver esto en el espejo”. Cuando se vio, estaba muy sorprendido, y él también se puso muy contento. Pero … también vio que todavía estaba un poco torcido e intentó arreglarlo. El resultado fue un desastre: volvió a como estaba cuando llegó.
No hay nada malo en querer estar mejor. Los problemas surgen en el cómo pretendemos conseguirlo. Este alumno, igual a casi cualquier otra persona, no estaba pensando en cómo corregirse, simplemente intentó conseguirlo. No había ningún proceso de pensamiento diferente de lo que solía hacer y por lo tanto, consiguió el mismo resultado de siempre: torcerse en lugar de enderezarse.
¡Este problema tiene historia!


Walter Carrington cuenta que en el curso de formación de profesores de Alexander hubo unos espejos que Alexander animaba a los estudiantes a usar. Sin embargo, no resultaron ser de mucha ayuda, más bien el contrario. Incluso cuando los estudiantes consiguieron dejar de intentar ‘arreglarse’, pues se ponían delante del espejo con la esperanza de ‘ver’ algo, ver el Control Primario (lq) funcionando. El resultado fue que se pusieron muy rígidos.
Esto no funcionó porque tampoco estaban haciendo lo que hizo Alexander cuando usaba los espejos. Alexander se observaba sí, pero lo más importante es que se observaba en actividad, no estando inmóvil.
¿Son inútiles, entonces?
¿Si entendemos cómo Alexander uso los espejos y resistimos la tentación de corregir por medios directos lo que no nos guste, no podríamos sacar mucho provecho? Pues claro que si. Lo que pasa es que se requiere bastante experiencia antes de llegar a un estado mental que nos permita comportarnos de esta forma.
Como he dicho en otras ocasiones, Alexander hizo dos grandes descubrimientos: su técnica y una forma de enseñarla a otros. En la forma que desarrolló de enseñar la Técnica, el profesor se convierte en el espejo, evitando así mucha frustración y ahorrando mucho tiempo. Como decía Alexander, un profesor competente te puede enseñar en un par de clases lo que lo costó meses en aprender.
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