He pensado que podría ser útil explicar lo del ‘método indirecto’ de la Técnica Alexander con unos ejemplos prácticos. Es tan fácil hacer juegos mentales con los conceptos de la Técnica que perdemos de vista lo esencial —cómo aplicar la Técnica a situaciones reales.
Para empezar: la respiración.
Los ejercicios de respiración son muy comunes entre actores, cantantes y músicos de viento. También los encontramos en distintos sistemas de relajación. Su omnipresencia deja patente que gran parte de la gente tiene problemas a la hora de respirar. Sin embargo, todos estos ejercicios son un ejemplo de lo que llamaríamos el ‘método directo’. Presuponen que podemos separar la respiración del funcionamiento del resto del cuerpo, y ejercitarla de forma aislada.
El método directo no ofrece una solución efectiva ni duradera. No niego que algunos consiguen un mayor control de su respiración, dentro de los límites del ámbito específico en el que la han trabajado. No obstante, es innegable que muchos no lo consiguen (y un método sólido debería poder explicar sus fracasos además de sus éxitos). Es más, entre los sí consiguen una ‘mejora’, la cuestión es ¿a qué precio? A menudo desarrollan otros problemas, respiratorios y de otro tipo, como consecuencia del trabajo que han hecho. Hay que darnos cuenta de que funcionamos como un todo, y por tanto, cualquier solución debe tener en cuenta esta unidad funcional.
Entonces, ¿cómo procede la Técnica en cuanto a los problemas de respiración?
Primero, hay que desmontar el hábito antiguo que interfiere con la respiración y después, desarrollar la capacidad respiratoria según las exigencias de la actividad en cuestión.
Los pasos concretos serían:
1. No intentar cambiar la respiración.
Suena un poco extraño pero es imprescindible evitar que nos tiremos de cabeza antes de pensar bien sobre qué es el problema y qué es lo que pretendemos hacer para solucionarlo.
2. Tomar una decisión consciente y explícita de no interferir con la respiración, de no intentar controlarla —ni el ritmo, ni la cantidad de aire, ni la intensidad, etc.
Si observo que tengo dificultades con la respiración, hay que comprobar primero si el problema es algo que estoy haciendo.
3. Mejorar la coordinación general.
Es decir, aprender y aplicar la Técnica. Si se cumple los dos primeros pasos, una mejora de coordinación mejorará necesariamente la respiración.
4. Aplicación de pasos 1-3 a la actividad concreta (si procede).
Es decir, la respiración necesaria para algunas actividades, como cantar o tocar un instrumento de viento, va más allá de las exigencias normales y requiere un entrenamiento como cualquier otra actividad exigente.
En resumen, el método indirecto es: prevenir lo incorrecto mientras mejoramos las condiciones generales, y por tanto, conseguir la mejora específica que buscábamos como resultado de esta mejora general. Y dado que la mejora es general, no hay, por definición, efectos secundarios nocivos.
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