Como dije en una entrada anterior, me han acusado de presentar la Técnica en este blog como algo difícil. Yo diría, más bien, que lo que pretendo es explicar las maneras comunes de complicar innecesariamente la Técnica, para que dejemos de dificultar nuestro aprendizaje de ella.
Es importante entender que gran parte de las ‘dificultades’ a la hora de aprender la Técnica es fruto de malentendidos, no a que la Técnica en sí sea difícil.
Casi todo el mundo, cuando empieza con las clases, presupone que ya sabe más o menos por dónde van los tiros —hay que aprender a relajarse, hay que aprender a alinearse, hay que adoptar posturas correctas— y se empeña en buscar la solución a sus problemas por estos caminos. Sin embargo, los descubrimientos de Alexander van mucho más allá de estas ideas simplonas. Alexander, además de encontrar una solución, comprendió por qué los enfoques típicos no suelen dar buenos resultados. ¡El resto de su larga vida lo invirtió en desarrollar una forma de compartir sus descubrimientos con los demás!
Pensémoslo un poco. El resultado de la investigación de Alexander de toda una vida consistía en bastante más que el mismo par de consejitos que nos da todo el mundo desde nuestros familiares hasta al panadero de enfrente de casa. Estos consejitos los hemos oído todos hasta la saciedad. Está claro que no son suficientes —si lo fueran, ¡no estaríamos todavía buscando una solución!
Así que, a la hora de aprender la Técnica Alexander, hay que estar dispuesto a asimilar ideas nuevas y en gran parte contra-intuitivas —o por lo menos, ¡contrarias a nuestras intuiciones!
Muchos suponen que conseguir cualquier fin deseado es simplemente una cuestión de empeño y fuerza de voluntad. Hay que concentrarse y esforzarse. De hecho, sería más correcto decir que sienten que deben concentrarse y esforzarse. No es tanto una cuestión de convicción consciente sino que se sentirían raros si no se enfocaran la tarea de esta forma. Ante el fracaso, la solución está claro: concentrarse y esforzarse más. Si todavía fracasa hay dos opciones: intentar más o asumir que el empeño es demasiado difícil y abandonar el intento de conseguirlo.
No obstante, si deseo levantar mi mochila del suelo, pero me empeño en empujarla hacia abajo, no lo voy a conseguir nunca, independientemente del esfuerzo aplicado, cuánto me concentro en ello o el tiempo que dedico a la tarea. Ni siquiera es cuestión de práctica. Esto no significa que levantar una mochila sea difícil, sino que mi planteamiento, mi plan para conseguirlo, es equivocado. Aunque este ejemplo parece ridículo, muchos hacen algo parecido al intentar aprender la Técnica.
Lo necesario para poder organizar nuestro sostén postural y no interferir con ello cuando nos movemos no es tan obvio como levantar un peso del suelo, pero muchos se esfuerzan en la dirección diametralmente opuesto de la que les llevaría al éxito. ¿Por qué? Por culpa de sus hábitos, tanto físicos como mentales, y las ideas erróneas, tan profundas que no se las cuestiona, que resultan de estos hábitos.
Si nuestros intentos de aprender la Técnica pasan por mucho esfuerzo físico o mucha concentración, no estamos poniendo en práctica la Técnica Alexander, sino ideas preconcebidas sobre como proceder.
Así que, la gran ironía es que la dificultad en aprender la Técnica Alexander es evitar dificultar el camino.
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