Pensé que podría re-visitar el tema de si la Técnica Alexander sea difícil. Como dije en una entrada anterior, no creo que ‘difícil’ sea la palabra adecuada para describir la Técnica, aunque sí entiendo porque mucha gente podría imaginar que sí. Para muchos, los beneficios de la Técnica suenan muy bien, pero parecen inalcanzables. Por este motivo, voy a abordar los temores de los que todavía no han empezado a tomar clases o acaban de empezar.
¿Se convierte en algo natural?
Una pregunta común en los cursos de de introducción a la Técnica Alexander o en las primeras clases es ‘¿Hay que pensar en la Técnica para siempre o se convierte en algo natural?’ Está claro por el tono de voz que desean, y mucho, que diga lo segundo. En caso contrario, no piensan continuar con la Técnica.
Es comprensible. Desde su perspectiva, la idea de tener que ‘pensar’ en todo lo que hacen (¡para siempre!) da mucha pereza, y no tienen claro que merezca la pena tanto esfuerzo.
La respuesta a la pregunta es ninguna de las dos opciones, o quizá las dos a la vez. Pensar el ello se convierte en algo natural. Hay que pensar en ello pero esto no requiere esfuerzo. Al principio sí, como con cualquier cosa nueva, pero a medida que avancemos con la Técnica, se desarrolla una conciencia que hace que sea difícil no tener parte de nuestra atención en cómo estamos haciendo las cosas y, lo que es más importante, en cómo queremos hacer las cosas.
La clave aquí es lo que denominamos la apreciación sensorial. La apreciación sensorial embarca la percepción que tenemos de los que estamos haciendo junto con nuestra concepción de cómo deberíamos hacerlo o lo necesario para llevarlo a cabo. Normalmente, esta facultad está distorsionada por nuestros hábitos, y esta distorsión nos es tan familiar, debido precisamente a su carácter habitual, que movernos de forma perjudicial no nos llama la atención. Nos parece natural y correcto. El proceso de aprender la Técnica Alexander reeduque nuestra apreciación sensorial y como resultado, no podemos perjudicarnos tan alegremente. Lo dañino empieza a percibirse como dañino. Salta una alarma que devuelva nuestra atención a lo que estamos haciendo y lo que nos estamos haciendo.
¿No supone una distracción?
Otro temor, relacionado con el anterior, es que prestar atención a uno mismo va a exigir demasiados recursos mentales, y por lo tanto, nos va a distraer de lo que estamos haciendo. Si en el trabajo estamos tan concentrados en nuestra postura, ¿cómo vamos a poder trabajar? Si al caminar estamos tan concentrados en lo que hace cada parte de nuestro cuerpo, ¿no nos vamos a olvidar hacia dónde pensábamos ir? ¿No chocaríamos con la gente cuando no tirarnos delante de un coche?
Como hemos visto, la Técnica Alexander no requiere el esfuerzo mental que unos imaginan, aunque al principio puede parecer que sí. Si este tipo de concentración fuera necesario, la Técnica sería inútil, no difícil. Una técnica que sólo se puede usar si uno no pretende hacer nada ni merecería la pena aprenderla. Lo útil de la Técnica es precisamente el hecho de que facilita todo lo que hacemos. Nos proporciona una eficacia que nos hace más productivos, incluso en nuestro tiempo de ocio. También elimina la distracción que suponen las típicas molestias causados por nuestro machaque habitual.
¿Seré capaz de aprenderla?
Otro temor frecuente es que la Técnica suena, de por sí, difícil. Muchos piensan que, aunque estaría muy bien aprenderla, quizá no van a ser capaces. Puede que sea demasiado difícil para ellos. Afortunadamente, este temor no tiene fundamento. Después de todo, Alexander sí descubrió algo.
Por medio de lo que él denominó el control primario, algo aparentemente complejo como la coordinación de todo el cuerpo se vuelve relativamente sencillo. Así que, no hace falta una inteligencia o destreza fuera de lo común, sino, simplemente que invirtamos el tiempo necesario para aprender a manejar este ‘control primario’.
Un cosa que tienen en común todos estos temores es una falta de comprensión de cómo es la Técnica, y en qué consiste aprenderla y ponerla en práctica. El malentendido principal es no darse cuenta del aspecto global de la Técnica. ¿Cómo no nos va a parecer complicado si creemos que es cuestión de aprender la forma correcta de hacer todas nuestras actividades por separado? Puestos a contar, hacemos muchísimas cosas distintas durante el día. Si fuera así, sería una tarea interminable. Afortunadamente, no se trata de eso, sino de conseguir una coordinación que subyace y mejora todo lo que hacemos. Es decir, aprendemos una cosa que se puede aplicar a todo. Dicho así, ya no parece tan difícil, ya no da tanta pereza.
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