Cuando muchos alumnos empiezan a profundizar en la Técnica, se asombran de que Alexander fue capaz de hacer el recorrido sólo. ¿Cómo es posible —preguntan— que Alexander descubra esto sólo, sin profesor?
Como cabe esperar, hubo muchos factores. No obstante, hay un factor en particular, que muy a menudo se pasa por alto muy, que quería comentar.
Está claro que Alexander fue dotado de una gran inteligencia, paciencia, perseverancia, y capacidad de observación. Fue un joven apasionado, que amaba el teatro. No podía soportar la idea de que no podría continuar en la profesión que había elegido. Y no olvidemos su gran curiosidad. De hecho, uno de mis partes favoritas del relato de cómo desarrolló su técnica que encontramos en El uso de si mismo es cuando empezamos ver como su pasión original —encontrar una solución de sus problemas para que podría volver a subir a los escenarios— empieza a remplazarse por la curiosidad misma por el viaje que había emprendido. ¡No soportaba la idea de no resolver el enigma!
Un toque de suerte
Pero también hay un elemento de suerte en esta historia que me parece muy interesante. Interesante porque nos ayuda a entender unas de las mayores dificultades a la hora de aprender la Técnica, y a la vez, como esquivarla.
Alexander fue un actor, y si su profesión fuera otra, es muy posible que jamás habría desarrollado su técnica. El hecho de que era actor le permitiera observarse en el espejo realizando su tarea profesional, la tarea que le estaba provocando principalmente su problema. El espejo suponía un criterio bastante objetivo, respecto a la sensación, para observarse. Pero eso no era todo. También tuvo un criterio objetivo para poder evaluar si iba bien encaminado o no. A saber: la calidad de su voz.
Como era actor, estaba acostumbrado a escucharse. Y como la voz está tan íntimamente relacionado con nuestro estado general, podría determinar cuando estaba mejorando, no sólo su voz, sino todo (la experiencia le había demostrado que sentirse mejor no era suficiente). Cuando digo que tuvo suerte, me refiero a esto. No es algo que él planeó, y de hecho, tardó bastante en darse cuenta de su significado.
En El uso de si mismo Alexander comenta varias veces como estaba buscando un ‘uso’ de si mismo que no estaba asociado con sus problemas vocálicas y respiratorias. Había llegado a la conclusión de que cómo se ‘usaba’ a sí mismo afectaba la calidad de su funcionamiento. La ventaja de ser un profesional de la voz fue que él mismo era su propio instrumento. El efecto de un mal uso era más marcado en su voz y respiración, más inmediato, que podría haber sido en otros aspectos concretos de su funcionamiento. Cabe mencionar que Alexander no comenta que padecía de ninguna dolencia en particular. Los médicos que le habían examinado no habían visto ningún problema ‘médico’.
Pensemos en otra posibilidad: si Alexander habría sido músico. No digo que a los músicos les faltan las cualidades que he mencionado antes, pero sí les falta ese criterio objetivo tan revelador. Muchos músicos consigan tocar con un buen sonido a pesar de su modo ineficaz y dañino de hacerlo. Puede que pasan años antes de que se ve realmente los efectos perjudiciales.
Si uno se nota tenso, o con dolor, es relativamente fácil hacer algo que le hace sentir mejor, sin que esto significa que, globalmente, haya habido un cambio para mejor. Hay que tener en cuenta que casi cualquier cambio se va a percibir como un alivio, y en muchos casos estamos simplemente trasladando el problema de un sitio a otro. Ten en cuenta que hay muchos músicos que han desarrollado problemas y han encontrado una ‘solución’, aunque su solución, suele ser algo muy concreto, algo específico a ellos mismos o en el mejor de los casos, a personas que tocan el mismo instrumento.
¿Cómo nos ayuda el criterio objetivo?
Alexander hizo dos grandes descubrimientos. El primero era su método para mejorar la coordinación general (la Técnica) y el segundo, una manera de enseñarlo a otros.
Al principio, intentó enseñar su técnica por medio de explicaciones. El resultado, sin embargo, dejaba mucho que desear. La dificultad radicaba en conseguir que sus alumnos dejasen de usar la sensación como guía (tanto de lo que estaban haciendo como de lo que deberían hacer), y proporcionarles un criterio objetivo para evaluarse. Su solución —aunque hasta que yo sepa, él nunca lo expresó así— fue convertirse a si mismo en ese criterio. El profesor, en efecto, servía de criterio objetivo para el alumno. El alumno ya no tendría que preocuparse de si iba bien encaminado o no, ni siquiera tendría que saber qué era el cambio que se buscaba.
Este nuevo proceso, (a veces los alumnos se sorprenden de que no les pongamos delante de un espejo), diferente de cómo Alexander mismo aprendió la Técnica, allana mucho el camino. Hace que el aprendizaje sea mucho más rápido y mucho menos frustrante. Alexander decía que un buen profesor podría enseñarte en poco tiempo lo que a él le había costado muchos meses descubrir.
En fin, ¿Cómo descubrió Alexander la técnica si él no disponía de un profesor? Pues, tuvo una criterio objetivo de evaluar su progreso, y ¡le dedicó mucho tiempo!
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