El control primario de Alexander es algo bastante fácil de pasar por alto. Parte del problema es que, a primera vista, el concepto no es nada convincente. Estamos tan acostumbrados a concebir el funcionamiento del cuerpo por partes separados, y de experimentar conflicto en el cuerpo, que la idea de un principio general que tiende a organizar y coordinar todo, aunque pueda sonar bonito, no nos llega.
Alexander descubrió que para recuperar una coordinación óptima, tenemos que alargarnos en lugar de encogernos, y para conseguir esto, es necesario que la cabeza tienda a ir hacia delante y hacia arriba respecto a la espalda. Denominó esta relación el control primario, y no por capricho:
si conseguimos la dirección correcta de este control primario, el control del resto del organismo es un asunto sencillo.*

Que esto sea verdad, o incluso qué quiere decir exactamente, no es inmediatamente claro. Ayudaría un ejemplo práctico, y he pensado que podría ser útil hablar del uso de los brazos. En lugar de lo típico, hablar de los violinistas o algo por el estilo, prefiero hablar de una experiencia más universal: el uso de los brazos al conducir un coche.
Muchos tenemos la experiencia de como se cansan los brazos al conducir. Igual que con el tema de la buena postura, todos sabemos qué es lo correcto, pero pocos lo conseguimos. llevar los brazos en alto durante largos períodos no es fácil. Los brazos se nos cansan, pero si los relajamos, se vuelven pesados. Intentar encontrar la tensión apropiada tampoco da buenos resultados.
Es común achacar este fracaso, igual de lo que hacemos con el tema de la postura, a una falta de fuerza de voluntad. Creemos que si nos empeñáramos lo suficiente, lo podríamos hacer, pero como cuesta mucho, ¿por qué esforzarnos tanto?
Bueno, yo tuve un accidente de coche de jovencito en el cual no me hizo casi daño, salvo en el pulgar izquierdo, ya que tuve el costumbre de conducir con el pulgar enganchado en la parte inferior del volante (soy zurdo). ¡El parón repentino no le sentó nada bien al pobre! No obstante, hay que decir que tuve suerte. Está claro que no tenemos el mismo control sobre el coche cuando las manos no estén bien colocado y este accidente, junto otros momentos peligrosos, podrían haberme salido mucho peor.
Casi todos se imaginarían que la solución al problema reside en aprender qué hacer con los brazos. ¿Es una cuestión de fuerza? ¿De posición? A veces conseguimos una especie de solución pero la factura la pagamos con dolor y cansancio, no solo de brazos, sino también de los hombros y el cuello.
Hay que entender que el uso de los brazos es una parte del uso del todo. Los brazo no funcionan independientemente del resto del cuerpo. Necesitan una buena conexión al tronco, pero esta conexión sirve de poco si el tronco a su vez, no se sostiene adecuadamente. Por lo tanto, es una cuestión de coordinación de todo el cuerpo.

Así que llegamos a Alexander y el control primario.
Dicho de forma sencilla, en la medida en que nos alarguemos en lugar de encogernos, los brazos tendrán un sostén estable que nos permitirá mantener los brazos en alto sin grandes esfuerzos ni cansancio. Esta tendencia de alargarnos empieza con la dirección de la cabeza, es decir, el control primario.
Si atendemos a este control primario, ni siquiera hace falta pensar en los brazos. La falta de coordinación que daba lugar al cansancio, tensión y derrumbe de los brazos desaparece. No hace falta encontrar una posición correcta, no hace falta controlar la tensión en los brazos, no hace falta concentrar en ello. Sólo hace falta una intención clara y junta con la coordinación nueva que nos proporciona el control primario.
Al principio, poder aprovechar de este control no es inmediato. Hay que tener en cuenta nuestros hábitos.
Aquí es donde entra la inhibición…
«An Unrecognized Principle» (1925). Articles and Lectures,
F. M. Alexander (Mouritz, 1995, London), p. 148. Traducción mía.
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