Recientemente, surgió una situación muy común en mi día a día como profesor con dos alumnos distintos. Estaba ayudándole al primero a que se soltara y se ensanchara los hombros y ¡él estaba peleándose conmigo a cada paso! Al rato conseguí esquivar sus defensas y proporcionarle la experiencia que yo deseaba. «Jo, ¡qué bueno! ¡qué alivio!— me dijo —¿cómo es posible que estaba resistiendo tanto?» La segunda se quedaba igualmente perpleja después de, una vez más, arquear la espalda en lugar de alargarla como deseábamos. Preguntó: «¿Por qué siempre hago lo contrario de lo que me dices?»
La respuesta a estas dos preguntas es la misma —es por culpa de su Apreciación Sensorial poco fiable— y es un problema que todos los alumnos enfrentan cuando empiezan tomar clases de la Técnica.
¿Qué es la Apreciación Sensorial poco fiable? En resumen, todos percibimos lo que estamos haciendo por el filtro de nuestros hábitos. Percibimos tanto la posición de nuestro cuerpo y sus distintas partes, como la tensión muscular que estamos utilizando, con nuestros hábitos posturales como punto de referencia y no desde un punto de referencia objetivo. Por ejemplo, como en el primer caso de arriba, si uno tiene el hábito de subir y estrecharse los hombros, no tiene la sensación de que lo está haciendo, ni de la tensión excesiva con que lo hace, porque está tan acostumbrado a hacerlo. Al contrario, le parecería normal, correcto. Es por este motivo que tan a menudo nos sorprende ver nuestra postura en fotos o reflejada en el escaparate de una tienda. No sentimos que estamos como vemos que estamos en realidad.
La consecuencia de esto es más grave de lo que nos puede parece al principio: no sólo está desviada nuestra percepción de nosotros mismos, ¡nuestras concepciones mentales sobre como proceder para realizar una actividad también lo están! Por lo tanto, cuanto más nos esforcemos para conseguir algo contrario al hábito, ¡más nos alejemos de la meta!
En el primer ejemplo de arriba, el alumno estaba intentado hacer lo que él entendía por ‘soltarse los hombros’. Cuanto más empeño ponía, peor le salía, porque según su criterio, lo correcto para los hombros es subir y estrecharlos (aunque él no lo llamaría así). Del mismo modo, en el segundo ejemplo, la alumna ponía en marcha lo que ella entiende por ‘alargar la espalda’ cada vez que sospechaba que debería hacerlo, y como lo que ella entiende por alargar la espalda es en realidad arquearla, siempre la arqueaba más. No podría ser de otra manera: si las concepciones sobre lo correcto de estos dos alumnos fuesen correctas, no habría necesidad de corregir nada —y el hecho de que necesitan una corrección es evidencia irrefutable de que sus concepciones no son correctas—. Por lo tanto, cualquier intento directo por su parte de hacer ‘lo correcto’, necesariamente les induce a exagerar el error que se pretende corregir.
Las clases de la Técnica Alexander proporcionan una solución a este problema. El alumno abandona cualquier intento de hacer lo correcto mientras el profesor le proporciona la experiencia de ello. Si el alumno se niega a reaccionar, si decide no intentar conseguir los cambios necesarios, el profesor puede hacerlo por él. Con repetición de esta experiencia correcta, el alumno empieza a tener una referencia más objetiva de lo que está haciendo y lo que tiene que hacer —su Apreciación sensorial se reeduque— y por lo tanto, será capaz de conseguirlo sin ayuda.
Sin embargo, para la mayoría de los alumnos, este paso no es tan fácil como suena. El porqué de esto dejaré para otra entrada…
Hola Simon,
Creo que el problema con la apreciación sensorial es que es algo que existe a nivel consciente cuando lo óptimo es que no existiera. Me explico: cuando un niño pequeño, por ejemplo de 2 años está jugando, la atención está 100% en el juego, no queda nada de la atención que esté monitorizando el propio cuerpo. Según van creciendo, parte de la atención se focaliza sobre el propio cuerpo y empiezan a ser conscientes de el (es cuando se van dando cuenta, por ejemplo, de que tienen ganas de hacer pis, y se puede empezar a enseñarles a ir al baño). Es a partir de este estadio del desarrollo del niño cuando parte de la atención se puede quedar “atrapada” en un hábito, que es un patrón que se sigue gracias al feedback sensorial.
Cuando un profesor mueve una parte del cuerpo del alumno, éste lo puede sentir como raro, ¡ahí está el quid de la cuestión!, que si no se tuviera parte de la atención monitorizando el propio cuerpo, no se sentiría nada. Se ve claro en el caso del tartamudeo. Las personas normales, cuando hablan, no tienen sensaciones sobre las cuerdas vocales en absoluto, ni demasiadas sobre el cuello, boca, etc, y por ello, cuando tienen la intención decir algo, lo dicen sin el mayor problema. En el tartamudo, parte de su atención se ha quedado atrapada en esas partes del cuerpo, y cuando intenta decir algo, está interfiriendo con el funcionamiento normal.
En el libro de Miss Vineyard sobre al TA relata como se dio cuenta de todo esto cuando se percató de que cuando iba a realizar un movimiento, los ojos se desplazaban hacia abajo, como buscando las sensaciones corporales, y que lo que le había que hacer era focalizar la mirada hacia delante, pensando las direcciones y olvidándose del cuerpo. [esto se usa también en una técnica llamada EMDR para curar traumas psicológicos]
Dificultades: la primera, que como resultado de años de mal Uso, puede existir un tono muscular que llamo “mecánico” ineficiente, que necesita de fisioterapia y osteopatía para eliminarse. La segunda, que hay partes del cuerpo que es muy difícil de volver su tono correcto, por ejemplo el transverso abdominal. Si por malos ejercicios respiratorios (maldito yoga) o por un embarazo, el TVA pierde tono, todo el edificio se derrumba, y creo que es muy difícil reconstruirlo incluso con la ayuda de un profesor, porque, ¿cómo te va a manipular dicha zona para llevarla a su tono normal? [desde mi experiencia aquí encuentro de utilidad la gimnasia hipopresiva]. Y tercero, y más filosófico, cuando parte de la atención que se había quedado atrapada en los hábitos corporales (también vale esto para los mentales) es recuperada por mi, ¿qué hacemos con ella?, es decir, ¿Sabemos vivir sin patrones?
Josechu
Hola Josechu:
Gracias por tu comentario. Empecé a contestarte pero cuando sobrepasé las 1.000 palabras, me di cuanta que debería trasladarla al blog en una entrada especial. Puedes encontrar mis contestación aquí.
Un saludo,
Simon.