Me preguntaron hace poco mi opinión respecto a cómo podemos hacer cuadrar la idea de que ‘lo correcto se hace solo’ con la posición del ‘Mono’. Para los que no saben de qué estoy hablando, la posición de ‘Mono’ —o según la terminología de Alexander, la posición de ‘ventaja mecánica’— es una forma de agacharse en la cual se mantiene la espalda alargada y se flexionan las articulaciones de las piernas: las caderas, las rodillas y los tobillos. Es un procedimiento común en las clases de la Técnica Alexander y es algo que recomendamos que incorpores en tu día a día.
(Por cierto, el nombre de este web se debe a que el oso del famoso monumento en Madrid parece estar adoptando esta posición.)
Para muchos el Mono parece algo muy artificial y afectado. Sin embargo, es algo que se ve a menudo en los niños pequeños, especialmente cuando están ensayando ponerse de pie, pero también después cuando quieren agacharse, para recoger algo del suelo por ejemplo. El motivo principal por el cual les parece anti-natural a los adultos es porque, habiendo perdido la costumbre, les cuesta mucho hacerlo. Es decir, la dificultad es indicativo de su falta de coordinación, no de lo anti-natural de la posición.
El Mono es una posición que aprovecha al máximo la fuerza, flexibilidad y equilibrio del cuerpo. A su vez, evita sobrecargar las distintas partes del cuerpo y evitar así las lesiones de la espalda, rodillas, etc, que son tan comunes. Hacerlo de forma adecuada, sin embargo, exige una coordinación fina, y por eso, requiere un entrenamiento para volver hacerlo con soltura. Casi cualquier adulto puede, según su criterio, mantener la espalda más o menos recta y doblar las rodillas, pero son pocos que lo van a hacer sin un sobre esfuerzo en todo el cuerpo, con toda la tensión y presión que esto conlleva. Cuando decimos que ‘lo correcto se hace solo’, hay que recordar que esto supone que hemos dejado de hacer lo incorrecto. Aprender a dejar de hacer lo incorrecto, dejar de interferir con nuestra coordinación innata, y especialmente con el sostén postural, requiere tiempo, atención y reflexión.
Ensayar el Mono proporciona la oportunidad de romper con nuestra forma perjudicial de agacharnos y aprender a estimular el alargamiento de todo el cuerpo. Igual que el ‘reposo activo’ —tendidos de espaldas en el suelo con unos libros debajo de la cabeza y con las piernas flexionadas—, favorece los cambios que se busca con la Técnica. Así que es una herramienta muy potente para enseñar los principios de la Técnica y permite al profesor llevarle al alumno rápidamente a la experiencia de una coordinación mejorada.
Sin embargo, es muy importante distinguir entre aprender la Técnica y ponerla en práctica. Hay que aprender la mecánica del Mono primero, recuperar la capacidad de hacerlo sin esfuerzo, pero después, en la vida real, hay que dejar que suceda. En las clases es común ensayar un Mono estilizado sin referencia a una actividad en concreto, con una disposición simétrica de los pies y piernas. No obstante, en la vida real, pocas veces el Mono va a tomar esta forma concreta ya que las exigencias de cada momento son diferentes. Según la actividad, puede haber variaciones tanto en la posición de los pies como en la flexión relativa de las distintas articulaciones de las piernas. Tampoco es necesario que haya una simetría entre los pies y piernas: un pie más adelante que el otro quizá, una pierna más doblada que el otro, una rotación en el tronco (si uno pretende alcanzar un objeto con una sola mano, por ejemplo), etc. Compara la diferencia entre Alexander y la niña que está enseñando en la foto a la izquierda.
Por eso, es más útil pensar en el Mono como un movimiento, no una posición. Si entendemos el Mono como todo el proceso de agacharse y no simplemente la posición final, pues entra en juego la necesidad de pensar hacia dónde queremos ir y cuál es el propósito del movimiento. De esta forma, el Mono se convierte en algo dinámico, natural, que depende de las necesidades reales del momento. Al contrario, si uno entiende el Mono como una posición, además de hacer un movimiento que podría tener muy poco que ver con las exigencias reales del momento, es fácil caer en la trampa de pensar ‘ya tengo la posición correcta’ y quedarse en una posición fija y rígida, sin dinamismo. Este tipo de Mono sí es artificial.
Cuando uno practica el Mono, a diferencia a ponerlo en práctica, el propósito no es practicar la posición como tal, ni siquiera el movimiento, sino la coordinación que la subyace. A la hora de ponerlo en práctica, es esta coordinación lo que queremos reproducir. Una vez que la tenemos un poco incorporado, si uno no interfiere con el equilibrio de su cabeza, si no acorta la espalda ni impide la libre flexión de sus piernas, cuando necesita agacharse por el motivo que sea, lo correcto sí se hará solo.
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